Alfonso Ruiz de Aguirre

2º de BACHILLERATO

20 de abril de 2015

Tema, características lingüísticas y estilísticas y tipo de texto:

En mi opinión, la Justicia se queda corta. Una madre capaz de perder el control de esa manera brutal e inexplicable debería ser castigada con más contundencia. Y no con una pena mayor, como solicitaba la fiscalía –la juez fue clemente, después de todo, quizá por solidaridad de género y génera–, sino con medidas drásticas e implacables. Porque, so pretexto de no haber antecedentes penales ni constancia de malos tratos anteriores, la madre se ha ido de rositas. Asquerosamente impune, o casi. Y si de mí dependiera, esa delincuente sin escrúpulos ni conciencia habría ingresado inmediatamente en prisión para comerse cinco años de talego, por lo menos. O más. Y cuando saliera –aunque procuraría aplicarle la doctrina Parot para impedirlo–, le calzaría una pulsera con Gepeese y una orden de alejamiento, no del hijo y de su pueblo, sino de España. Al puto exilio. Por perra. Y por supuesto, le retiraría la custodia del niño y se lo daría a alguna familia modélica, como por ejemplo a los Albertos. Para que aprenda.

 

3 de junio de 2014.

El sí de las niñas de Leandro Fernández Moratín

 A menudo hemos leído que la principal diferencia entre Molière y Moratín radica en que el primero se dirige directamente a la inteligencia mientras el segundo introduce ciertos personajes que alimenten la apetencia del espectador por lo sentimental y lo divertido. Larra señaló que, a pesar de la enorme calidad literaria de El sí de las niñas, esta obra no alcanzaría una vigencia tan duradera como El avaro o  Tartufo, mucho más universales, sino que quedaría como una comedia de época, inspirada por circunstancias locales y destinada, por tanto, a servir preferentemente de documento histórico o de modelo literario, puesto que aborda un problema tan concreto como la presión sobre una joven para que acepte casarse con un anciano.

Es opinión común que el tema básico de las comedias de Moratín es la decisión matrimonial. Sin embargo, estoy convencido de que ésta no supone más que el vehículo dramático de una intención más amplia. El verdadero tema de Moratín es el derecho a la autonomía moral, el derecho de toda conciencia a no ser violentada en cuestiones que le afecten esencialmente, para salvaguardar así la dignidad, la sinceridad, la autenticidad de nuestro yo más íntimo. Eso sí, para dar realidad dramática a esas ideas, el autor las encarna en anécdotas amorosas por su mayor eficacia persuasiva sobre el espectador. Parece un poco pueril que nadie pueda creer que a Moratín le atormentara excesivamente la posibilidad de que un hombre maduro se casara con una chica joven. Lo que se critica en el casamiento desigual no es la desigualdad en sí, sino la presión ejercida sobre uno de los contrayentes. Por eso, junto al motivo de la libertad matrimonial, el autor insiste siempre en el problema de la educación, de esa educación mojigata y opresivamente paternalista que engendra la hipocresía.

Las convenciones autoritarias y ajenas a la razón asfixian la espontaneidad y la libertad: ése sí que es un tema básico en el autor. Un tema universal y de plena vigencia, que desmiente por completo el supuesto localismo o la caducidad de El sí de las niñas, que se apoya en una obra moderna, en la que las palabras dominan sobre una mínima peripecia argumental, en la que los caracteres dominan sobre la acción y en la que el autor no se ve obligado a sustentar el dramatismo sobre espectaculares apariciones o complicadas tramoyas escénicas.

 Teatro moderno, el de Moratín, teatro de validez universal, en cualquier país y en cualquier época.

 

Don Juan Tenorio, de José Zorrilla

La fama póstuma, que ha olvidado tantas parcelas de la obra de José Zorrilla, se le ha rendido con absoluta entrega en su Don Juan Tenorio, la creación más popular de la escena española, desde su estreno en el teatro de la Cruz el 28 de marzo de 1844. Cuenta Zorrilla que el autor Carlos Latorre necesitaba urgentemente una obra y que él se comprometió a escribirla en veinte días: para salir del apuro no le quedó más remedio que refundir otras preexistentes (El Burlador de Sevilla, de Tirso, y No hay plazo que no se cumpla, de Zamora). Esta afirmación, junto con otras del autor, que no perdía ocasión de denostar su Don Juan, se ha usado tradicionalmente para señalar como imperdonables defectos en la obra la falta de lógica en la construcción del personaje principal y la incoherencia en la disposición temporal (a las ocho en la taberna de Buttarelli, a las 9 en el convento, a las 10 en la calle de doña Ana…). A pesar de la opinión de su progenitor, que nunca se perdonó haber vendido todos los derechos de la obra a Manuel Delgado por 4.200 escasos reales, don Juan se constituye como un personaje consistente, bien trabado, humano en su misma desmesura, audaz y seguro de sí mismo, cínico y generoso al mismo tiempo, valiente hasta la temeridad, que actúa en toda la primera parte del drama con la eficacia y la rapidez del rayo, para aparecer cinco años después maduro y desengañado. Por lo que respecta a la segunda objeción, el fluir de los acontecimientos, aparece perfectamente coherente en su propio vértigo: los sucesos se anudan magistralmente, sin rellenos ni saltos, para que don Juan pueda llevar a cabo su desafío a la vez que nos muestra a las claras la verdadera medida de su carácter. Como sucede con todos los héroes románticos, con don Juan nos sumergimos en los abismos de la pasión y en los misterios del yo, de la creación, del bien y del mal. El gran acierto de Zorrilla radica sin duda en su nitidez de visión, en la claridad con la que supo destacar la calidad lírica del personaje y su ansia de purificación en el amor. Hoy no podemos ver otras obras de teatro romántico sin bostezar o descolgarnos con sonrisas en los momentos más inoportunos. El Don Juan de Zorrilla, a pesar de todos los excesos que se le quieran señalar (Clarín, que tanto lo amó y lo defendió, en La Regenta y en sus Paliques, decía que sus defectos resultaban evidentes incluso para los estudiantes de Retórica) supone la máxima creación del teatro romántico español, la única que lo salva para la posteridad. Don Juan vive, ama, busca su propio placer y trata de imponer su fuerza contra el mundo y contra Dios hasta que el amor lo transforma. Así, su temeridad finalmente enamorada conecta con el público y el público le recompensa con el más preciado de los galardones: la popularidad y la gloria, que convierten a don Juan en un símbolo universal, a la altura de don Quijote, de Sancho, de Celestina o de Hamlet.

 

LA CASA DE BERNARDA ALBA, de Federico García Lorca

 En una charla sobre teatro, decía Federico García Lorca que a los poetas y a los dramaturgos no habría que darles premios ni hacerles homenajes, sino que más bien habría que lanzarles desafíos: “¿A que no eres capaz de expresar la angustia del mar en un personaje?”. Eso es precisamente lo que el granadino ha logrado en La casa de Bernarda Alba. ¿A que no eres capaz de pintar la angustia ciega, el resentimiento sordo, el odio reconcentrado de cinco mujeres enjauladas por su madre en una casa cerrada a cal y canto, a las que se les niega el derecho a amar, a sentir, a gozar de su cuerpo y casi a respirar? Cinco mujeres castradas en la flor de la vida.

Y es capaz. Ya lo creo que lo es.

Tradicionalmente se le viene reprochando a Lorca la falta de compromiso social y el supuesto folklorismo andaluz de su teatro. Quejas que suenan a broma: tan absurdas como menospreciar la Quinta Sinfonía de Beethoven porque se baila con dificultad, o porque no presenta solos de guitarra. Lorca es capaz de pintar con sus hipérboles poderosas y populares, con su contundencia, con la aspereza de su erotismo, con sus alusiones sexuales directas, al destino mismo, al fatum que persiguieron sin descanso los griegos, que alza su voz herida cuando la abuela, María Josefa, quiere escapar de la casa para casarse con un hombre que le dé alegrías e hijos, y grita las verdades como puños que las demás mujeres pretenden ahogar en su corazón. La realidad cotidiana y el folklore se desparraman y ocupa su lugar el duende, el misterio, el primitivismo de la pasión que emerge directamente de las entrañas, la sinceridad desgarrada y el ambiente opresivo de la peor de las cárceles.

 Es evidente que La casa de Bernarda Alba no es un panfleto político, como les gustaría a algunos; no intenta enseñar ni convencer, sino educar, conmover, refinar los espíritus y convertir los corazones de piedra en corazones de carne. Sobre la Andalucía de charanga y pandereta se alza como un torrente de piedras la rabia de cinco mujeres que muerden con la desesperación de perras en celo ante esa fuerza masculina de la destrucción que es Pepe el Romano. Lorca no necesita comprometerse con ninguna ideología: él firma su compromiso con el ser humano y, desde lo andaluz, eleva la tiranía de Bernarda, la rebeldía de Adela y la sumisión de Magdalena al altar de lo universal.

  

EL ENSAYO Y EL TEATRO EN EL SIGLO XVIII

             La dinastía borbónica que se establece en España  con Felipe V facilita la introducción de las luces, esto es, de la razón como principio básico sobre el que se sustenta la sociedad entera. Con el apoyo de la corona, y a pesar de la reacción de los sectores más tradicionales, la cultura de la Ilustración va penetrando en España a través de los libros, de la difusión de la filosofía, de los viajes, de la publicación de periódicos y revistas, etc. Las instituciones culturales serán el reflejo de este nuevo espíritu: la Biblioteca Nacional, la Real Academia Española y la Real Academia de la Historia.

            El siglo XVIII es, por tanto, época de grandes avances en el pensamiento, sin embargo, no manifiesta el mismo esplendor en la literatura por dos razones fundamentales: el predominio de la razón reprime ciertos impulsos para la creación y la estética del racionalismo clasicista francés encorseta con sus reglas y preceptos la creación literaria.

            Podemos distinguir tres etapas en la literatura del XVIII. La primera llega hasta mediados del siglo y se caracteriza por la lucha contra el Barroco y la toma de contacto con el Clasicismo francés. La actividad dominante es la crítica, apenas se cultiva la literatura creativa y el ensayo y la sátira es lo que más interesa. La segunda, Neoclasicismo, llega hasta el final del siglo y en esta etapa imperan los preceptos aristotélicos aplicados hasta la Comedia de Lope de Vega. La tercera, Prerromanticismo, tiene lugar en las últimas décadas del XVIII, cuando se produce una reacción sentimental proveniente de Inglaterra que desencadena el gusto por temas emotivos, nocturnos y lacrimosos que preludian el Romanticismo del siglo XIX.

            Durante el siglo XVIII disminuye la prosa creativa y aumenta la ensayística, por ser el tipo de prosa que mejor se adapta al propósito didáctico de toda la literatura ilustrada. La Ilustración propone una literatura sencilla, que llegue al mayor número posible de personas y que sea didáctica, esto es, que enseñe. En el XVIII se produce un gran desarrollo del periodismo y este cauce se utiliza para la difusión de las ideas. La finalidad de los periódicos en este siglo XVIII es educativa y divulgativa, más que informativa.

            Fray Benito de Feijoo es uno de los ensayistas fundamentales. En sus dos obras más importantes Teatro crítico universalCartas eruditas, trata una pluralidad de temas que van desde la política al folklore, pasando por la literatura y la astrología. En todas ellas defiende la verdad y lucha contra las numerosas supersticiones de la época, tratando a la vez de mitigar el gran retraso de España con respecto a Europa. El apasionamiento en la defensa de sus ideas le llevó a grades polémicas, aunque al no poner en cuestión la doctrina de la Iglesia no fue perseguido por la Inquisición. José Cadalso. Además de Los eruditos a la violeta, sátira contra los seudo intelectuales de la época y de las Noches Lúgubres, una obra que anuncia el romanticismo, la aportación fundamental de Cadalso son las Cartas Marruecas, un conjunto de noventa epístolas entre los personajes que a continuación mencionamos. Gazel es un marroquí que viaja por España y escribe sobre lo que observa a su maestro Ben –Beley, que sigue en África. Nuño es un español ilustrado que sirve de guía a Gazel y le ayuda a comprender lo que observa desde la razón. El conjunto es interesante por la visión que proporciona de cómo un español del siglo XVIII enjuicia la sociedad de su país
Gaspar Melchor de Jovellanos es el prototipo del español ilustrado. Escribe obras de carácter técnico como el Informe sobre la Ley Agraria, en donde defiende la abolición de los privilegios y la desamortización y la Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos, en donde crítica al teatro del XVII y pretende que el gobierno intervenga en los espectáculos para asegurar su carácter didáctico.

            El teatro ilustrado triunfa sobre todo en la segunda etapa del siglo XVIII que, frente a la primera, fue más creativa. Sus bases teóricas son el respeto absoluto a la regla de las tres unidades, la moralidad y la verosimilitud. En efecto, las obras neoclásicas seguirán las reglas aristotélicas del teatro: unidad de tiempo (el tiempo escénico no debía exceder de 24 horas, tiempo real); unidad de espacio o lugar (espacio único); unidad de acción (no deben mezclarse dos líneas argumentales). Por otro lado, era necesario que la obra dramática moralizase y que fuera verosímil, es decir, que se atuviera al principio de realismo o apariencia de verdad. El respeto a la verosimilitud hace que se proscriba todo lo imaginativo, fantástico y misterioso y que se separen de forma radical lo trágico y lo cómico. En el siglo XVIII encontraremos varias líneas dramáticas. Una primera trata de imitar el teatro barroco, aunque se queda en la imitación de la forma más que del fondo: exagera los elementos burlescos y de gusto popular, posee los trucos del teatro popular y tienen como personajes a tipos cercanos a los hombres de su tiempo. Otra línea configura el teatro propiamente ilustrado en el que se escribirán, por una parte, tragedias como Raquel, de García de la Huerta (crítico literario), que en general no serán del gusto popular. Los sainetes, género en el que destaca Ramón de la Cruz es una pieza corta  de un solo acto que presenta "una pintura exacta de la vida civil y de las costumbres de los españoles", como comprobamos en  La pradera de san Isidro. Por otra parte, encontraremos las comedias, más variadas y de mayor acogida. Se escriben tres tipos de comedia: la urbana, dedicada a criticar vicios (La señorita malcriada de Iriarte); la lacrimógena, con altas dosis de sentimentalismo, propósito moralizador, reflejo de la realidad cotidiana y final feliz (El delincuente honrado de Jovellanos); la de Moratín, cuyo propósito didáctico y moralizador critica el abuso de autoridad y la mala educación recibida por las mujeres, y defiende, por otra parte, la libertad de  esas mismas mujeres para elegir y el triunfo de la verdad y el bien. 
Es un teatro que respeta escrupulosamente las tres unidades clásicas y la obra que mejor representa esta línea es El sí de las niñas de Moratín. En ella se critican los matrimonios de conveniencia, concertados contra toda razón lógica, y se defiende la necesidad de dar a las mujeres una educación que las permita comportarse como personas ilustradas. En La comedia nueva o el café  se burla de los malos escritores dramáticos, incultos e ignorantes de las "reglas".

  

ROMANTICISMO

 A finales del siglo XVIII se extiende por Europa una corriente de pensamiento basada en la irracionalidad, el sentimiento, la libertad y la individualidad a la que se denominará Romanticismo. El tiránico absolutismo de Fernando VII obliga a muchos intelectuales a exiliarse. Por ello, hasta su muerte en 1833, y el regreso de éstos, el Romanticismo no comienza a desarrollarse en España. Fue muy del gusto del público y se convirtió en el movimiento literario más relevante hasta la muerte de Isabel II y la Revolución de 1868.  El Romanticismo se convirtió, más allá de lo literario, en una actitud ante la vida basada en la afirmación del yo, el gusto por lo misterioso y el desprecio de los valores burgueses e ilustrados.

Las piezas teatrales presentan un número variable de actos y una gran cantidad de escenas, personajes y giros en la trama. El tema principal es el amor imposible de alcanzar. Refleja el choque entre los ideales del individuo y la realidad de la sociedad. El final suele ser dramático y acarrear la muerte de los protagonistas. Los argumentos suelen ser complejos y efectistas para sorprender al espectador. El marco histórico en el que se sitúa la acción de estas obras es casi siempre un pasado, que no ha sido documentado, puesto que el rigor histórico les resultaba una imposición improcedente. Los escenarios más habituales son castillos, cementerios y ruinas. La naturaleza se presenta de manera agresiva e inhóspita, como reflejo del alma atormentada del autor. Intervienen una gran cantidad de personajes que carecen de evolución psicológica. Los personajes masculinos suelen ser misteriosos y rebeldes, mientras que las damas son tiernas, ingenuas y pasivas (encarnan el modelo del ángel de amor). Mezclan el verso con la prosa y el lenguaje es exaltado para reflejar la angustia de los personajes. En La conjuración de Venecia Martínez de la Rosa nos cuenta la rebelión de varios nobles venecianos en el siglo XIV contra un gobierno despótico. El autor plantea su teoría de la revolución, que no debe ser contra las leyes sino contra los tiranos, y defiende una libertad que respete las normas sociales. Aunque aún no se trata de una obra plenamente romántica, ya abundan en ella el efectismo y el sentimentalismo. El Duque de Rivas en Don Álvaro o la fuerza del sino refleja el trágico destino de su protagonista, un hombre de misterioso origen que, por capricho del hado adverso, mata accidentalmente a su suegro y se ve obligado al crimen y a perder a su amor. Leonor encarna a la mujer romántica que vive y muere por amor, mientras que su familia simboliza el modo de entender a la sociedad tradicional, incapaz de entender el sentimiento romántico. Antonio García Gutiérrez, en El trovador, ambientada en la Edad Media, narra la historia de dos hermanos que, sin saber que lo son, se enamoran de la misma mujer; finalmente uno de ellos matará al otro En Los amantes de Teruel, ambientada en el siglo XIII, Juan Eugenio de Hartzenbusch cuenta los esfuerzos de Diego Marsilla por regresar, ya enriquecido, como le exigía la familia de su amada, antes de que Isabel se case con otro. Llegará recién celebrado el matrimonio y Diego e Isabel morirán de amor. José de Zorrilla ofrece en Don Juan Tenorio la historia de un personaje que encarna a Satanás y que vive de matar hombres y deshonrar mujeres. Cuando se enamore de doña Inés, Dios le concederá la posibilidad de expiar sus crímenes arrepintiéndose. La obra, que termina con la salvación de los protagonistas, pretende  mostrarnos que la fuerza del amor es tanta que puede vencer incluso las inclinaciones más perversas del ser humano.

Los poetas románticos buscaron un estilo personal quebrantando todas las normas que antes se habían juzgado imprescindibles para la creación. Mezclan géneros, emplean la polimetría y adoptan un lenguaje simbólico y exagerado en su intento de reflejar los sentimientos más profundos del ser humano. La poesía lírica se caracteriza por su estilo altisonante y grandilocuente. Sus temas son variados, pero siempre están basados en los sentimientos del poeta, como el desengaño amoroso o la búsqueda de la mujer ideal. José de Espronceda es el autor más representativo de esta modalidad. Nació en plena Guerra de Independencia y participó de manera muy activa en la vida política y literaria del país. Destacan sus poemas de protesta social en los que muestra su sensibilidad moral y la conciencia por los problemas de su tiempo. En la ‘Canción del pirata’ trata el tema de la libertad individual, al igual que en ‘El mendigo’. También encontramos otros poemas que tratan sobre su juventud perdida y el desengaño vital, como ‘A Jarifa en una orgía’. Por último están los poemas acerca de sus ideales políticos o patrióticos, como ‘Al dos de mayo’. En poesía narrativa destacan los de tema histórico del Duque de Rivas, como El moro expósito, y los de tema simbólico o filosófico como el Estudiante de Salamanca o El diablo mundo, de Espronceda. El primero narra la historia de don Félix de Montemar, que seduce a Elvira, la abandona sin preocuparse de que ella muera de amor, mata en duelo a su hermano y, tras un tétrico recorrido por la ciudad, es arrastrado a los infiernos por los fantasmas de sus víctimas. El segundo, incompleto, cuenta la historia de un anciano que se transforma en joven y no conoce el mundo.  Intenta mostrar que es hombre es bueno por naturaleza y que es el diablo mundo, la sociedad, quien lo hace malvado. Contiene el ‘Canto a Teresa’, una de las más sentidas elegías de la literatura española. El duque de Rivas cultiva los romances históricos y Zorrilla se encarga de las leyendas cargadas de tradiciones floklóricas con toques históricos. En la segunda mitad del siglo encontraremos en poesía una variante de este movimiento denominada postromanticismo, que se caracteriza por el intimismo, la renuncia a la exageración, el empleo de la asonancia, la sencillez métrica y la influencia de la poesía popular. Las Rimas de Bécquer nos presentan la autobiografía amorosa del autor y fueron agrupadas, tras la muerte del poeta, en cuatro temas: la poesía, el amor, el desengaño y la angustia. Su estilo es muy sencillo pero de gran profundidad emocional. Rosalía de Castro alternará en sus obras el gallego y el castellano. Destacan Follas novas y En las orillas del Sar. Su poesía es muy dolorida y muestra su tormento por no encontrar su lugar en el mundo.

La prosa romántica se verá muy influida por escritores como el inglés Walter Scott y los franceses Víctor Hugo y Alexandre Dumas. En las novelas se reproduce el esquema de un héroe ficticio que, en una Edad Media idealizada, se ve obligado a pelear contra multitud de contratiempos para lograr el amor de una hermosa dama. Encontramos esta estructura en obras de autores españoles como Sancho Saldaña, de Espronceda, El doncel de don Enrique el Doliente, de Mariano José de Larra o El señor de Bembibre, en la que Enrique Gil y Carrasco evoca la caída de la Orden de los Templarios en Castilla durante el siglo XIV. La acción transcurre en el Bierzo (León) y abundan las descripciones de la naturaleza. También encontramos novela social y folletín (Wenceslao Ayguals de Izco consiguió un notable éxito con María, la hija del jornalero). Además de la novela se desarrolla el costumbrismo que atiende a la observación minuciosa de la vida cotidiana y la intención moralizante, sin que aparezca un argumento. Estas obras reflejan la ideología de sus autores, conservadora o progresista. Entre las varias tendencias destaca el costumbrismo satírico. Ramón de Mesonero Romanos escribe Escenas matritenses, y Serafín Estébanez Calderón Escenas andaluzas. Mariano José de Larra llevó el costumbrismo a la prensa. De formación afrancesada, descubrió pronto su vocación periodística. Escribe artículos satíricos, literarios, políticos y de costumbres. Suele partir de una historia inventada o no, que le sirve de soporte para exponer sus ideas. Por último, y para poner un ejemplo de la importancia de los relatos cortos, Gustavo Adolfo Bécquer escribe Leyendas, narraciones fantásticas ambientadas en su mayor parte en la Edad Media, en la que lo sobrenatural se funde con la historia de amor.

 El Romanticismo supone un modo de encarar la vida que aún podemos encontrar en la actualidad, y que se manifiesta, por ejemplo, en el gusto contemporáneo por lo gótico y los relatos de vampiros, y un antes y un después en la historia de la literatura mundial: del clasicismo como modelo literario, se pasa a la valoración de la originalidad por encima de cualesquiera otras consideraciones.

 

EL REALISMO Y EL NATURALISMO

La literatura realista nació en el contexto de la sociedad industrial del siglo XIX y fue fruto de una época en la que la burguesía alcanzó la cima del poder político e impuso sus valores. Frente a las tendencias a la evasión de los románticos los nuevos escritores intentar reflejar con fidelidad las costumbres contemporáneas y la psicología de individuos reales. Este movimiento surge en Francia. Llega a España con retraso y triunfa después de la revolución de Septiembre de1868, la Gloriosa.  Los autores españoles se verán influidos por franceses como Stendhal o Flaubert, maestros en el arte de relacionar la personalidad del individuo con el ambiente social que lo rodea, rusos como Dostoievski, que destaca por su estudio psicológico de sus personajes, e ingleses como Dickens, en cuyas obras se unen el sentimentalismo y el conflicto social.

El Realismo recibió distintas influencias. El positivismo defendía que la única realidad es la de los hechos y que el estudio de lo empírico es la única forma de investigación rigurosa: durante este periodo se intentó convertir la novela en una forma más de conocimiento. El evolucionismo afirmaba que los seres vivos eran el resultado de un proceso de selección natural. El marxismo consideraba la lucha de las clases sociales como la causa del desarrollo histórico. El krausismo defendía una religiosidad compatible con la razón y una ética basada en la tolerancia y la convivencia.

Los realistas aspiran al máximo de verosimilitud. Por ello prestan enorme atención al detalle, emplean con profusión las descripciones, se esfuerzan en reproducir con exactitud el habla de cada personaje, procuran que éstos sean un fiel reflejo de la realidad contemporánea e intentan emplear las novelas como un medio para comprender la sociedad y reflexionar sobre ella.

Los escritores de tendencia más conservadora pretenden mostrar el pasado de forma idealizada y aprovechan sus escritos para defender su ideología y sus valores morales. Cecilia Bölh de Faber, que escribió con el pseudónimo de Fernán Caballero, autora de La gaviota, coloca dentro de la trama cuadros de costumbres y escenas de la vida campesina, siempre desde una perspectiva idealizada que pretende demostrar que el pecado conduce a la perdición. Pedro Antonio de Alarcón comenzó como escritor costumbrista y romántico, y evolucionó hacia tendencias realistas. Su obra, El sombrero de tres picos, basada en un romance tradicional muy suavizado en su versión, supone un acercamiento psicológico a los personajes y la pintura de una época de la historia española. De José María de Pereda destacan Sotileza y  Peñas arriba, que se desarrollan en Cantabria y reproducen personajes, usos y costumbres propios de esta tierra. Ambas se basan en la acumulación de cuadros costumbristas, se apoyan en la descripción y renuncian a una trama elaborada.

También se desarrolla una corriente esteticista cultivada por Juan Valera, que aplica técnicas realistas pero evita todos aquellos elementos que puedan resultar desagradables u obscenos. En Pepita Jiménez realiza un magnífico estudio de la psicología femenina y se permite abundantes juegos narrativos de influencia cervantina.

Entre los escritores progresistas encontramos los que llevan el Realismo a sus más altos logros. Benito Pérez Galdós en sus Episodios nacionales, escritos a lo largo de toda su carrera, reconstruyen la historia de España en el siglo XIX, desde Trafalgar hasta la Restauración borbónica. Con ellos nace una nueva forma de novela histórica en la que la realidad y la ficción se mezclan, pero de forma verosímil. Aunque da un enfoque personal a la trama, que surge de personajes inventados, se basa en una rigurosa documentación histórica. En sus otras novelas encontramos tres etapas. En primer lugar, escribe novelas de tesis, que muestran su oposición a las posturas conservadoras. Así ocurre en Doña Perfecta. En sus llamadas “novelas contemporáneas” las características realistas alcanzan su máxima perfección. En Fortunata y Jacinta se dibuja un preciso fresco de la sociedad de la época y se presenta un magnífico elenco de personajes de todas las clases sociales: se estudia su carácter y la influencia en ellos de la genética y el ambiente. En su última etapa las novelas se orientan hacia lo moral y lo espiritual, como observamos en Misericordia.

También en la línea del Realismo progresista, pero muy influido por el Naturalismo, se encuentra Leopoldo Alas “Clarín”. Fue un influyente crítico literario, como queda reflejado en Solos y Paliques. En sus cuentos se mezcla lo satírico, lo sentimental, lo serio y lo reflexivo. El más conocido es ¡Adiós, Cordera! Como novelista consiguió, con La Regenta, la obra de mayor trascendencia del Realismo Español. La Regenta se ambienta en Vetusta (Oviedo): la ciudad se convierte en uno de los personajes fundamentales. Ana Ozores está casada con Víctor Quintanar  bastante mayor que ella, con el que guarda una relación fraternal, pero en absoluto apasionada. El sacerdote Fermín de Pas y el donjuán Álvaro Mesía tratan de conquistarla. Al final caerá en los brazos de Mesía y la hipocresía vetustense triunfará sobre la necesidad de verdadero amor de la protagonista.

El Naturalismo llevará las características realistas hasta sus últimas consecuencias. Surge en Francia de la mano de Émile Zola y se desarrolla en España después de la publicación de La desheredada de Galdós. El Naturalismo afirma que el ser humano está determinado tanto por su herencia biológica como por su educación y su experiencia. Su negación de la libertad humana se basa en su fuerte materialismo. Utiliza siempre personajes marginados que se encuentran en situaciones extremas. Emilia Pardo Bazán intentó justificar en La cuestión palpitante que, aunque usaba técnicas naturalistas, no compartía las tesis deterministas o materialistas. Sin embargo, a pesar de sus ideas católicas, en Los pazos de Ulloa sus personajes se ven arrastrados a la desgracia por razones similares a las que encontramos en otras novelas naturalistas. Vicente Blasco Ibáñez es posiblemente el escritor más representativo de la corriente. En su primera etapa (La barraca, Cañas y barro) presentará el opresivo ambiente de la huerta valenciana, y las circunstancias extremas que llevarán a sus personajes a cometer los actos más salvajes imaginables, entre ellos el infanticidio. En su segunda etapa se abre a una literatura más del gusto del público europeo, como comprobamos en Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

 El Realismo, hoy denostado por muchos escritores, supone la consagración de la novela moderna y la demostración palpable de que la realidad cotidiana puede resultar tan apasionante e inspiradora como la fantasía.

 

MODERNISMO Y GRUPO DEL 98

Tras la derrota contra Estados Unidos en 1898 España pierde sus últimas colonias de ultramar y queda sumida en una profunda crisis, agravada por los enfrentamientos entre progresistas y moderados y el nacimiento de los nacionalismos periféricos. En los últimos años del siglo XIX surgieron unas corrientes de pensamiento que pretendían renovar la situación política y social y las tendencias artísticas imperantes. Estos jóvenes inconformistas preocupados por la forma, la estética y lo sensorial fueron denominados modernistas.

La crítica literaria tradicional ha presentado Modernismo y Generación del 98 como dos movimientos literarios opuestos y enfrentados entre sí. Frente a la frivolidad, el exotismo, el erotismo y la musicalidad del Modernismo, encontramos la austeridad castellana de unos noventayochistas, preocupados por el problema de España y los conflictos existenciales. La crítica moderna tiende más bien a considerar el Modernismo como un movimiento más amplio que conjuga la influencia del Romanticismo, el simbolismo y el parnasianismo, junto con el  decadentismo de fin de siglo e impone una visión de la literatura y del mundo en Hispanoamérica y en parte de Europa; la Generación del 98 no sería un movimiento opuesto sino el resultado de esas mismas influencias culturales y filosóficas aplicadas a la peculiar situación de la España de final de siglo.

Es característico del Modernismo el amor a la elegancia, que se refleja en un léxico brillante, raro y sugerente. Su consagración a lo estético los llevó a recurrir continuamente a la mitología, a la referencia a obras de arte y a términos musicales. Además se da una mezcla de espiritismo y de erotismo que se manifiesta en la pasión por el misterio y el predominio de todo lo sensorial. Les interesa muchísimo la liturgia de la religión en sus aspectos más externos. El universalismo, el exotismo y el cosmopolitismo también son características modernistas. Además poseen un estilo y un lenguaje propios, llenos de musicalidad y refinamiento; su lenguaje está repleto de metáforas e imágenes y no dudan en recurrir a nuevos metros y estrofas de procedencia francesa o en desuso. Su actitud es bohemia porque no se ajustan a convenciones sociales y es también aristocrática por su búsqueda de la belleza estética. Además su dandismo se refleja en el refinamiento y en su carencia de escrúpulos morales.

Rubén Darío, nicaragüense, principal autor modernista e introductor de esta literatura en España, presenta tres etapas. En la primera, que encontramos en Azul, destaca la influencia parnasiana y la búsqueda de la exterioridad sensible. A continuación llega una etapa de transición, con Prosas profanas, en la que se van introduciendo nuevos temas más afines al simbolismo, se incide en el sentimiento de dolor y la intimidad atormentada va abriendo paso poco a poco a los poemas de contenido existencial. En su tercera etapa predomina la influencia del simbolismo y del Romanticismo, como podemos apreciar en Cantos de vida y esperanza, donde se da voz al desengaño vital y poético, que hallará su máxima expresión en el poema ‘Lo fatal’.

Manuel Machado, en obras como Alma, mezclará elementos modernistas y románticos con otros populares y andaluces. A las reflexiones profundas sumará la frivolidad, la ironía y el erotismo, para conformar una poesía muy personal.

Juan Ramón Jiménez partirá de una primera etapa modernista. Su poesía introspectiva se muestra obsesionada por el paso del tiempo y por la llegada de la muerte. Su obra cada vez se hace más retórica pero nunca excluye los sentimientos. En este periodo escribe Arias tristes, donde encontramos también algunas de las características novecentistas que desarrollaría más tarde.

Otros escritores, como Salvador Rueda, Marquina o Villaespesa, contribuirán a impulsar el nuevo movimiento literario y a extender influencia a la poesía y al teatro español de la época.

El Modernismo supone, en definitiva, el intento de reivindicar la belleza y la elegancia por sí mismas y el deseo de trascender la cruda realidad cotidiana para alcanzar un reino de fantasía.

Otro grupo de escritores de la época ha sido tradicionalmente denominado Grupo o Generación del 98 debido a la escasa diferencia de edad que los separa, a que comparten elementos ideológicos, a que aparecen en fechas aproximadas con artículos, folletos o libros y a que en ellos influye un hecho histórico generacional (el Desastre del 98), entre otros elementos. Su guía es Miguel de Unamuno y poseen un lenguaje sencillo y sobrio. A todos los autores de dicha generación les obsesiona España y el sentido de la vida. Sus obras presentan rasgos comunes, como que la novela está estructurada en torno a un único personaje, el proceso de cambio se centra en la mentalidad del protagonista y sustituyen los incidentes por el diálogo. En cuanto a la poesía creen que se da para expresar una visión diferente y más profunda de la realidad de las personas, no solo para producir placer estético.

Las novelas de José Martínez Ruíz ‘Azorín’ destacan por tener poca trama argumental, que es sustituida por la descripción minuciosa. Da mucha importancia a los sentimientos del personaje frente a los sucesos externos. Utiliza frases muy breVes y muy precisas. En La voluntad y en Antonio Azorín encontramos las inquietudes espirituales del protagonista, con quien el autor se identifica. Como ensayista, una vez desengañado por sus ideas juveniles anarquistas, se muestra cada vez más próximo al tradicionalismo. Se centra en buscar los valores de Castilla en obras como La ruta de don Quijote o Castilla.

Pío Baroja considera que la  novela es como un cajón de sastre en el que cabe todo, y cuya finalidad es contar y divertir. Sus novelas suelen presentar un final abierto. Sus descripciones son ligeras y centra todo su interés en la narración. Destacan sus Memorias de un hombre de acción, ambientadas en las guerras carlistas. Agrupó muchas de sus obras en trilogías: La lucha por la vida, en la que destacamos La busca; La tierra vasca, que contiene Zalacaín el aventurero; La raza, en la que se encuentra El árbol de la ciencia, con cuyo personaje, pasivo y pesimista, se identifica el autor

El tema central de Miguel de Unamuno es la agonía frente a la muerte. Su novela aborda este problema existencial desde la filosofía y recurre a constantes digresiones y diálogos. Se plantea la respuesta al existencialismo desde las tres potencias humanas: la razón, el sentimiento y la voluntad. Aborda sin descanso el tema de España y de su historia como se refleja en La vida de don Quijote y Sancho o Del sentimiento trágico de la vida. Escribe también ‘nivolas’, a las que llama así para burlarse de quienes las acusan de quebrantar las normas de la novela. Las más importantes son San Manuel Bueno, mártir, en la que se presenta la tragedia de un sacerdote sin fe, y Niebla, en la que un hombre se debate entre la realidad y la ficción y se resiste a ser considerado un peón de la historia del propio Unamuno. Su poesía es una antítesis a la poesía modernista.

Ramón María del Valle-Inclán pasa por tres etapas. En la primera, modernista, escribe Sonatas, una para cada estación, que hacen alusión a las cuatro edades del hombre. Con fuertes elementos decadentistas, supone la cumbre de la prosa modernista por su visión artística y su musicalidad. La segunda etapa, de transición, ofrece el mundo rural gallego de las Comedias bárbaras y de la trilogía de novelas La guerra Carlista. La tercera etapa es la de los esperpentos, en los que lo grotesco, lo patético y lo admirable se funden para retratar de manera deformada la sociedad de la época. Sus esperpentos más conocidos son Tirano Banderas, El ruedo ibérico (ambas novelas) y el drama Luces de bohemia, en la que el periplo nocturno de Max Estrella nos sirve para ver todas las miserias del Madrid de la época.

Antonio Machado es un poeta dominado por la melancolía. En su primera etapa, de modernismo simbolista, escribe Soledades, galerías y otros poemas. En la segunda (Campos de Castilla) a su tendencia intimista se suma la preocupación por España y la denuncia de la perversión de las características de Castilla, que antaño fue mística y guerrera. En la tercera su poesía se depura para intentar expresar la esencia del sentimiento y opta por un tono filosófico (Proverbios y cantares).

 

VANGUARDIAS Y NOVECENTISMO

 La agitación política y social vivida a comienzos del siglo XX tuvo su reflejo artístico en un movimiento que reaccionaba contra el orden establecido, las vanguardias. La vanguardia supone un ataque al racionalismo y a la idiosincrasia burguesa. La crisis de valores que se produce tras la Gran Guerra causó una desconfianza hacia las democracias y favoreció la radicalización de la sociedad, que giró hacia el fascismo o el comunismo. Durante el periodo de entreguerras se vive una auténtica revolución intelectual que nace, entre otras, de la influencia de la teoría psicoanalítica y del marxismo.

Los movimientos de vanguardia, también denominados ismos, quieren romper con la lógica y el sentimentalismo, y van en contra de la técnica y el clasicismo. Fueron muy abundantes, aunque fugaces, y buscan la originalidad y creatividad, mediante la experimentación. El futurismo, caracterizado por la modernidad y la velocidad, y fundado por Marinetti, rechaza radicalmente el pasado, muestra atracción por las máquinas de reciente creación y por la violencia y se inclina hacia el progreso técnico y la modernidad. Entre sus técnicas están la destrucción de la sintaxis y la omisión de los signos de puntuación. El dadaísmo de Tristan Tzara pretende destruir la cultura, la expresión, el arte; busca lo más primitivo del hombre, de ahí que busque lo absurdo y lo infantil. El cubismo, cuyo principal exponente es Apollinaire, creador de los caligramas, pretende plasmar la realidad desde diferentes puntos de vista y todos a la vez. El expresionismo recurre a métodos que reflejen el horror de la guerra, el miedo, la destrucción global.

La mayor parte de los movimientos de vanguardia buscan una literatura deshumanizada. El surrealismo es un movimiento de vanguardia rehumanizada fundado por André Breton. Fue el movimiento más longevo y el que más obras produjo. Muestra interés por el subsconciente, los sueños y los mecanismos mentales no sometidos a la razón. Su base intelectual es el psicoanálisis, y utiliza como técnica la escritura automática mediante el alcohol, el sueño o cualquier proceso que libere al individuo del control de sus propios procesos mentales.

En España también se produjeron movimientos de vanguardia deshumanizada. El ultraísmo pretendió crear una poética nueva buscando nuevas interpretaciones a situaciones y objetos cotidianos, mediante la renuncia total al sentimiento. El creacionismo pretende crear el mundo con las palabras del poeta. Resulta fundamental la aportación de Juan Larrea y del chileno Vicente Huidobro, que realizó textos de gran calidad en los que exhibió una inusual creatividad y una gran capacidad para la invención de nuevas imágenes. Entre sus obras destaca Altazor.

Ramón Gómez de la Serna fue un gran agitador de la conciencia de los escritores y trajo a España el gusto por las tendencias europeas. Su visión fragmentaria de la realidad se refleja en unas obras que muestran humorismo y asociaciones insólitas; también utiliza la cosificación y la personificación. Lo más destacado de sus obras son las greguerías, en las cuales se funde el lirismo con el humor y lo absurdo. Son frases breves en las que asocia imágenes para sorprender al lector (“Los tornillos son clavos peinados con raya en medio”).

El término Grupo del 14 engloba a un grupo de autores españoles que se encuentran entre la generación del 98 y la generación del 27. Su principal propósito era renovar estéticamente la literatura y el arte de la época, acercándolo a un estilo más moderno y europeo. Son escritores sensualistas y más preocupados por la vida interior que por los sucesos exteriores; apoyan las reformas sociales y políticas y se sienten como parte de Europa. También realizan una ruptura con el sentimiento y escogen un lenguaje preciso.

Ramón Pérez de Ayala empieza escribiendo una novela autobiográfica, en la que destaca AMDG, y luego se abre a preocupaciones más sociales e intelectuales. Gabriel Miró es un narrador que muestra un gran cuidado por el lenguaje y una extraordinaria sensualidad ( El obispo leproso).

Como principales ensayistas se encuentran José Ortega y Gasset, y Eugenio d´Ors. El primero es uno de los filósofos españoles más importantes. Su obra aborda temas sociológicos, filosóficos, históricos y literarios (La España invertebrada, La deshumanización del arte).  

 El poeta Juan Ramón Jiménez parte de una etapa de un modernismo simbolista en la que muestra melancolía, depresión, y dolor por la vida (Almas de violeta). En su segunda etapa, de poesía pura, se despoja de cualquier sentimiento y concibe la poesía como conocimiento (Diario de un poeta recién casado). Su última etapa muestra una necesidad de conciencia interior y poesía esencial (Animal de fondo). Es el más importante escritor de prosa poética (Platero y yo).

 

POESÍA DEL GRUPO DEL 27

           En medio del convulso clima político y social que vivía España a principios del siglo XX, surgió un grupo de jóvenes intelectuales que renovaron el panorama literario español. Son la llamada Generación del 27, llamados así porque en esa fecha (1927) conmemoraron los trescientos años de la muerte de Góngora. España vivía un periodo de riqueza cultural en mitad de una vorágine política que sacudía los cimientos de la República, amenazados por los extremismos de derecha y de izquierda.

            Estos escritores son considerados como grupo por la edad similar de sus miembros, su relación de amistad, su convivencia en la Residencia de Estudiantes, su colaboración en varias revistas literarias y por la influencia común de autores como Góngora, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Bécquer, Quevedo… Comparten una amplia formación literaria y gustos estéticos similares. Fruto de su eclecticismo, en ellos se mezcla  lo culto y lo popular, la influencia de la vanguardia y el clasicismo, el esteticismo y el compromiso.

            Se pueden señalar tres etapas en el grupo del 27. La inicial, hasta 1929, caracterizada por la influencia de la lírica popular, los clásicos, la poesía pura y la vanguardia deshumanizada. La siguiente, de 1929 hasta 1936, en la que se observa gran influencia del surrealismo y una evolución hacia la crítica social. Y a partir de 1939, tras la Guerra Civil, cada miembro del grupo tomará un camino distinto.

            Pedro Salinas emplea un lenguaje poético aparentemente sencillo para reflejar profundas reflexiones sobre el amor, que lo acercan al misticismo. Su primera etapa se caracteriza principalmente por el diálogo entre el yo lírico y el tú de las cosas, por la influencia de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y por el interés en temas futuristas (Fábula y signo). Más tarde aborda el tema del amor como fundamento del ser humano (Razón de amor y La voz a ti debida). En la tercera, tras la guerra, la poesía de Salinas se tiñe de nostalgia  y dolor (El contemplado).

            Jorge Guillén utiliza una forma de expresión muy elaborada, y es un poeta mucho más puro e intelectual. En Cántico muestra de forma clara y desbordante la alegría de estar vivo, eligiendo la primavera como fondo y evitando las penas y nostalgias, pero aceptando la muerte con serenidad, como algo natural. En Clamor se reflejan todas las miserias y tristezas que rodean al poeta, y se denuncia la injusticia, la opresión, la guerra y el exilio.

            Gerardo Diego se caracteriza por combinar las técnicas de la vanguardia con las formas más tradicionales, mezclando el uso de la imagen y el verso libre con la métrica de sonetos y romances. En Manual de espumas, obra cercana al creacionismo, incorpora recursos y disposiciones tipográficas sorprendentes.

            Vicente Aleixandre destacó por el uso de metáforas innovadoras. En Espadas como labios, de profunda influencia surrealista, aborda el tema del amor omnipresente que arrastra al ser humano a su destino. En  Historia del corazón su estilo se muestra más accesible y se abre a los problemas sociales.

            Rafael Alberti desarrolló una amplísima variedad de estilos y de temas, y utilizó el verso libre e imágenes surrealistas. Marinero en tierra es una obra neopopularista en la que recupera formas métricas populares y expresa la profunda nostalgia que siente por el mar de su Cádiz natal, identificado con el paraíso y la infancia; en  Sobre los ángeles, considerada su obra cumbre, utiliza varias técnicas surrealista y El poeta en la calle muestra su poesía más comprometida y vindicativa.

            Federico García Lorca, destacó por su fusión de lo culto y lo popular, su recurrencia a imágenes nuevas y la influencia del surrealismo. En sus obras trata la muerte ineludible y el amor como frustración. En el Romancero gitano mezcla la influencia clásica, el folklore andaluz y la vanguardia. En su segunda etapa, de clara influencia surrealista, escribe El poeta en Nueva York, donde presenta al hombre como víctima de su propia creación, tomando como ejemplo la inmensidad de Nueva York que imposibilita la comunicación y la libertad.

            La obra de Luis Cernuda está marcada por la insatisfacción vital. Presenta el amor como una experiencia dolorosa. Muy influido por el surrealismo y otras vanguardias, utiliza el verso libre combinado con imágenes y símbolos originalísimos. La realidad y el deseo es una auténtica autobiografía espiritual en la que el lector puede palpar su alma dolorida. En su etapa en el exilio expresa su angustia vital y su nostalgia.

            Dámaso Alonso escribió antes de la guerra composiciones muy influidas por Juan Ramón Jiménez, tanto en el plano intimista como en el de poesía pura. Después de la guerra, con su obra cumbre Hijos de la ira, inaugura la línea de poesía existencial o desarraigada, un desgarrado grito de queja contra la miseria moral, la injusticia y el odio. Sus versos muestran un lenguaje obsesivo que dirige dramáticas preguntas a Dios sobre la condición humana, y se lamentan de que la vida no tenga sentido.

             El Grupo del 27 supone la edad de plata de nuestra literatura. Nunca desde el Barroco se había juntado tanto talento en tan poco espacio temporal.

 

EL TEATRO DE PREGUERRA

La pérdida de las últimas posesiones ultramarinas de España influye de forma determinante en el teatro de preguerra. El desastre del 98 generó un cambio en la mentalidad española, que se orientó hacia el pesimismo y el existencialismo, como queda muy bien reflejado en la Generación del 98 o en el Modernismo, dos movimientos que tratan de dar respuesta a esta realidad. Poco a poco ese pesimismo va a ir desapareciendo, pero en cambio el existencialismo y los interrogantes acerca del papel del hombre en el mundo, van a ser continuos en todo este periodo. En el teatro los temas profundos y la búsqueda de innovación van a quedar relegados a un segundo plano, ya que lo que interesa a la mayoría de los autores de este periodo es producir obras comerciales.

Dentro del teatro comercial se dan varias tendencias. En primer lugar la alta comedia, que es el término con el que se designa al drama burgués realista. El autor que con más éxito desarrolla esta corriente es Jacinto Benavente. Tuvo comienzos difíciles pero con el tiempo consiguió la consagración como genio nacional y se le nombró académico de la Lengua. Desarrolla una problemática burguesa e introduce una nueva técnica que reduce al mínimo la acción externa, aumentando la acción interna, el auténtico personaje que utiliza es colectivo y se sirve de la ironía sistemáticamente. Entre sus obras importantes encontramos La malquerida  y Los intereses creados.

También se desarrolla una vertiente modernista que intenta llevar al teatro la fantasía poética. Las obras suelen ambientarse en la Edad Media y existen claras analogías con el drama del XVII. Desarrollan este estilo Eduardo Marquina, que escribió Las hijas del Cid, un drama histórico que sigue el estilo de las imitaciones románticas de los grandes clásicos barrocos. También reflejan el influjo modernista Antonio y Manuel Machado, aunque en una línea más sencilla y popular, como la que se refleja en La Lola se va a los puertos.

Por último, dentro del género comercial encontramos la comedia costumbrista, que presenta una gran variedad, aunque el pueblo siente mayor preferencia por la zarzuela. Esta comedia utiliza personajes populares, se sustenta en el tema del amor y aprovecha lo folclórico para conseguir que el pueblo se identifique con la representación. Los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, autores de Mariquilla o Las de Caín, presentan una visión tópica de esa Andalucía bañada por el sol y dotada de inagotable encanto y gracia, a lo que el público responde con gran entusiasmo. Carlos Arniches comenzó como autor del ‘género chico’ y se especializó en el sainete de costumbres madrileñas; emplea el lenguaje intencionadamente deformado de los madrileños e inventa modismos que éstos acogerán como propios. Cosechó un gran éxito El santo de la Isidra. Pedro Muñoz Seca  inventa la ‘astracanada’ y alcanza unas altas cotas de eficacia dramática con La venganza de don Mendo, hilarante parodia del teatro modernista.

Además del teatro pensado para agradar al público, se da un teatro innovador, que trataba temas difíciles de representar o inadecuados para su explotación comercial.

Alejandro Casona, autor de La dama del alba, elabora un teatro de honda raíz poética que se recrea en los juegos entre la realidad, el sueño y la fantasía, e intenta reflexionar acerca de la naturaleza humana.

Ramón María del Valle-Inclán, destacado autor noventaiochista, pasa por varias etapas: en sus Comedias bárbaras presenta el brutal mundo rural gallego; Divinas palabras supondrá la evolución hacia el esperpento, que alcanzará la máxima perfección en Luces de bohemia, obra en la que, a partir de su protagonista, el intelectual ciego y fracasado Max Estrella, profundizará en la deformación sistemática de la España de su tiempo. La trilogía Martes de Carnaval ahondará en la mezcla de lo patético con lo risible, característica del espíritu grotesco del esperpento.

Federico García Lorca muestra en su obra las mismas obsesiones que configuraban su poesía: el destino trágico, el amor imposible, la frustración y la muerte. Su teatro es poético pero no suele recurrir al verso. Entre sus farsas destaca Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín y el Retablillo de don Cristobal, ésta última para guiñoles. En Mariana Pineda muestra cierta influencia del modernismo y en Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores muestra el trauma de la mujer destinada a la soltería y el choque entre la realidad y el deseo. En las tragedias es capaz de recuperar toda la fuerza del teatro griego. El destino que arrastra a sus personajes no surge de los dioses, ni de ningún oráculo, sino de la pasión irreprimible que surge de sus entrañas. En Bodas de sangre una mujer se fuga con su antiguo novio en la misma noche de bodas. Yerma nos presenta la agonía de la mujer que no puede ser madre. La casa de Bernarda Alba constituye una de las piezas capitales del teatro del siglo XX y nos enseña el enfrentamiento entre un grupo de mujeres enamoradas de Pepe el Romano, a quienes su madre obliga a guardar un luto que les impide vivir. En El público desarrollará un teatro surrealista, de difícil comprensión para los espectadores, en el que volverán a aparecer sus obsesiones.

Seguramente la dramaturgia española de preguerra hubiera resultado de mayor interés si los empresarios se hubieran atrevido a representar obras como Tres sombreros de copa, escrita por Miguel Mihura en 1932, que anticipaba el teatro del absurdo que luego triunfaría en Europa y permaneció encerrada en los libros hasta que el Teatro Español Universitario osó llevarla a las tablas en 1952. Sin embargo, el público no parecía preparado para aceptar la innovación y el riesgo, y el criterio comercial se impuso sobre cualquier otra consideración, lastrando la escena española y condenándola en muchas ocasiones a la repetición y la vulgaridad.

 

            POESÍA POSTERIOR A LA GUERRA CIVIL

           En 1936 se produce un levantamiento militar que no fue igualmente acogido por las diversas zonas del país. España quedó dividida entre quienes apoyaban la República y quienes luchaban contra ella. La zona republicana era incapaz de controlar la situación y el ejército franquista emprendió la ocupación del país. El ámbito cultural resultó muy afectado porque la mayoría de autores eran fieles a la República, sufrieron la censura y plasmaron la miseria de la época. Además, la Guerra Civil deja devastado y aislado al país en lo político, social y cultural.

            Tras la Guerra Civil el grupo del 27 se disuelve. El exilio llevará a la poesía de Pedro Salinas a la nostalgia y a temas de más profunda espiritualidad (El contemplado). Rafael Alberti abrirá su poesía a tendencias más variadas, y, durante un tiempo, se centrará en la poesía social como en El poeta en la calle. En su última etapa Luis Cernuda, en el exilio, expresa su nostalgia y su decepción.

            La obra de Miguel Hernández parte de la unión entre poesía pura, vanguardia, tradición popular y clasicismo que alienta a la Generación del 27, pero pronto encuentra su propio camino literario. Es difícil encontrar en un poeta una técnica tan depurada y un sentimiento tan vehemente, arrebatado y sincero. Su primer libro, Perito en lunas, escrito en octavas reales, muestra una gran influencia gongorina. El rayo que no cesa es un conjunto de poemas, casi todos sonetos amorosos, muy fuertemente influidos por Garcilaso de la Vega. El hombre acecha (1939) es un libro lleno de amargura, en el que se presiente la derrota de los valores políticos y sociales que el autor defiende. La mayor parte de los versos de Cancionero y romancero de ausencias fueron escritos ya en prisión. Al dolor del poeta por la derrota y por la cárcel se le suma la muerte de su primer hijo y la situación de pobreza que afrontan su mujer y su otro hijo.

            Durante los años 40, los poetas de ideología más cercana al falangismo triunfante constituyen una corriente que suele denominarse  poesía arraigada o formalismo, puesto que dan mucha importancia a la forma del poema y suelen recurrir a la métrica clásica. Publican en las revistas Escorial y Garcilaso. Su poesía aborda temas como el amor, la patria o la religión. Luis Rosales va evolucionando progresivamente hacia el versículo y recibiendo influencia surrealistas, como vemos en La casa encendida.

            A mediados de los 40 surge el grupo Cántico, formado por poetas como Pablo García Baena, que pretenden recuperar la poesía pura y la senda de la Generación del 27. Por las mismas fechas un grupo de pintores y poetas, entre los que destaca Carlos Edmundo de Ory, elabora el manifiesto del postismo, que pretende recuperar el espíritu del surrealismo y la irracionalidad.

            Frente a esta poesía, se escribirá otra atormentada, cargada de angustia, de contenidos existencialistas, a la que suele llamarse desarraigada. Su principal iniciador es Dámaso alonso (1898-1990), ya mencionado como integrante de la Generación del 27. En Hijos de la ira la poesía se convierte en el medio por el que el ser humano expresa su dolor. Con su léxico coloquial y violentísimo, sus versículos violentos, sus metáforas agresivas de sabor surrealista y su forma voluntariamente antirretórica, transmite toda la angustia del absurdo de la vida, de la maldad del hombre, del miedo al vacío, a la soledad y a la muerte. En León comienza a publicarse la revista Espadaña, que se convertirá en el punto de referencia de la poesía desarraigada. Sus autores tienden a escribir contenidos existenciales en los años 40 y sociales en los 50.

            Blas de Otero se convierte en una de las voces imprescindibles de la poesía desarraigada. En Ángel fieramente humano un Dios lejano y oscuro, al que el poeta grita en busca de consuelo, responde con silencio, porque el sufrimiento humano le resulta indiferente. Redoble de conciencia continúa el mismo camino, pero al final aparecen contenidos sociales. Ambas obras se fundirán bajo el título común de Ancia. Pido la paz y la palabra (1955) supone la apertura a la poesía social y el paso del yo al nosotros. El poeta deja atrás los problemas existenciales que, sin llegar a desaparecer, son sustituidos por otros asuntos: la denuncia de la injusticia y de la ausencia de libertad, la invitación a la solidaridad, la esperanza en el ser humano para solucionar sus propios problemas sin necesidad de Dios. El poeta afirma que el ser humano puede resolver sus propios problemas: es consciente de que al hombre le pueden robar el aire, el agua y el pan, pero cree firmemente que esa agresión le dará la fuerza para seguir luchando siempre.  Gabriel Celaya también destaca como poeta social.  Su lenguaje es especialmente vehemente, agresivo, violento. Aplica a los temas existenciales y sociales la fuerza del surrealismo en Tranquilamente hablando y Cantos iberos.

            José Hierro es un poeta de excelente calidad, tan original que resulta muy difícil de clasificar. Es muy característico de su poesía el verso cortado y los incesantes encabalgamientos. Inventa dos subgéneros poéticos: el reportaje es narrativo, contiene historias cotidianas, es racional y realista; la alucinación es irracional, sonámbula, visionaria, muestra todo "como envuelto en niebla". En Tierra sin nosotros predominan los temas existenciales; en Cuanto sé de mí estos problemas se proyectan sobre la colectividad de los hombres y se desarrolla el tema social.

            Forman el grupo de los 50 creadores nacidos tras 1925. Ángel González  en Tratado de urbanismo, mantiene el compromiso social, pero se inclina por el humor corrosivo y por la ironía, que manifiestan el desencanto y la crítica ante las estructuras franquistas. Adora los juegos de palabras, el prosaísmo y el tono conversacional. Representa una poesía social que no renuncia en absoluto a la belleza, ni al humor, ni al sarcasmo, que inspecciona dentro de la propia conciencia y que deja espacio a lo personal y lo familiar.

            A la Generación de los 70 se les llamó también los Novísimos. El nombre parte de una antología de José María Castellet: Nueve novísimos poetas españoles. Los Novísimos nunca formaron un grupo, aunque sí compartían la idea de que la poesía debía buscar la creatividad y la originalidad, y alejarse del tono conversacional que derivaba en falta de calidad y técnica. Muchos de sus componentes ven con desconfianza la poesía de posguerra y se remontan a otras tendencias anteriores para usarlas como modelo. A menudo emplean su poesía para hablar de la poesía. Reciben influencia de la música rock y pop, del cómic, del cine... En sus versos exhiben sus conocimientos culturales. Mencionemos, por ejemplo, a Pere Gimferrer, Ana María Moix o Leopoldo María Panero.

            En los años 80 y 90 surgen tantas líneas poéticas que resulta imposible cuantificarlas o clasificar en ellas a los distintos autores que, además, suelen resistirse a ser encasillados bajo un rótulo. No obstante, la crítica ha acuñado un término, poesía de la experiencia, para referirse a la línea más transitada. Sus característica serían las siguientes: búsqueda de la esencia de lo poético en la vida cotidiana, en la anécdota personal, en la experiencia íntima; uso de un lenguaje sencillo, con algún toque culto, a veces para crear humor; poemas comprensibles; temas urbanos y próximos: los bares, las relaciones con los amigos, la experiencia de leer un libro o de ver una película; empleo de la poesía como un género de ficción, en el que cabe imaginar y fingir sentimientos; inclinación a los poetas de la Grupo del 50 y alejamiento de los Novísimos. Entre los autores, Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Carlos Marzal y Ana Rosseti.

 

 EL TEATRO TRAS LA GUERRA CIVIL

             El teatro mezcla literatura con espectáculo, lo que lo hace mucho más vulnerable en tiempos de censura. El régimen dictatorial del general Franco impidió que las obras críticas llegaran a las tablas con mucha facilidad. En un tiempo en el que el teatro competía con el cine en condiciones desventajosas, resultó fundamental el papel de los teatros públicos (Español y María Guerrero), la convocatoria del Premio Lope de Vega para autores inéditos, y el TEU, Teatro Español Universitario (creado por un sindicato falangista). El teatro que llega al público casi siempre pretende fomentar la evasión y la difusión de los valores morales imperantes.

            Alejandro Casona optó por el exilio. Maestro de profesión, imprimió a su obra un marcado carácter educativo. La dama del alba es un drama con elementos fantásticos protagonizado por la Muerte. La Muerte es una mujer que se ve obligada a llevarse a quienes le ordenen, pero le gustaría no hacerlo.

            Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) cultivó el humor del absurdo, la ironía y la agudeza. Se oponía al humor tradicional y al teatro costumbrista y sentimental. Sus obras poseen un marcado intelectualismo, pero son capaces de interesar a todo tipo de público. Gustaba de inventar situaciones inverosímiles y llevarlas al límite para luego solucionarlas de un modo ingenioso. A menudo introduce asuntos detectivescos y parodia las obras de intriga como ocurre en Eloísa está debajo de un almendro.

            José María Pemán (1897-1981) representa el teatro vinculado a la ideología franquista, de tema religioso, histórico o costumbrista. La casa, un drama de tesis, es su obra más conocida.

            Miguel Mihura (1905-1977) es uno de los grandes renovadores del humor español, anticipador del teatro del absurdo. Fundó dos revistas humorísticas, La Ametralladora y La Codorniz, que apostaron por el ingenio y lo ilógico. Su primera y gran obra, Tres sombreros de copa, terminada en 1932, sufrió la más absoluta indiferencia por parte de los empresarios, que se negaron a llevar a las tablas una pieza tan novedosa y arriesgada, temerosos de que el público no la aceptara e incapaces ellos mismos de comprenderla. El tema fundamental de la obra es el conflicto entre el deseo y la realidad, entre la felicidad y la seguridad, entre la obligación y la ilusión. La obra no llegaría a representarse hasta 1952. Las siguientes obras de Mihura, que dirigirá casi siempre él mismo, buscan un humor inteligente, satirizan la hipocresía y abordan el tema de la libertad, pero no volverán a buscar la frontera de la originalidad.

            Alfonso Paso (1926-1978) fue un escritor de gran éxito, que cultivó todo tipo de obras: moral, costumbrista, histórica... En Enseñar a un sinvergüenza cuenta la historia de Rosana, una profesora muy estricta y de moral inflexible, que se enamora de un vividor. La obra se mantuvo en escena, ininterrumpidamente, durante más de quince años, interpretada siempre, en su papel principal, por el actor Pepe Rubio.

            En los años 60 el régimen franquista comienza a dar señales de apertura y una nueva generación de escritores incluyen en sus obras elementos existenciales y sociales. Autores como Lauro Olmo, en La camisa, pretenden denunciar las injusticias.

            Antonio Buero Vallejo (1916-2000) representa una línea de teatro de denuncia social denominada posibilista, porque no traspasa las fronteras de lo tolerado por el régimen. Es muy habitual que Buero intente, mediante recursos escénicos, meter al espectador dentro de la conciencia de los personajes. Su mensaje de profunda confianza en el ser humano y de sincera identificación con los más desfavorecidos da a su obra una enorme grandeza moral. Historia de una escalera marca una nueva etapa del teatro español. Se aleja tanto del teatro comercial como del teatro innovador que habían cultivado García Lorca o Valle-Inclán. A la denuncia social se une la angustia existencial de unos personajes que saben que sus sueños nunca se podrán realizar y se muestran incapaces de encontrar un sentido a su vida. El concierto de san Ovidio reflexiona, a partir de unos ciegos que forman una orquesta, acerca de la libertad; es muy característico en Buero Vallejo que aparezcan personas con problemas de visión, o con otras taras físicas o psicológicas: simbolizan la imposibilidad del hombre para ver lo importante o para enfrentarse al mundo hostil que lo rodea.

            Alfonso Sastre (1926) opta por un teatro más combativo que el de Buero Vallejo, a quien criticó por su blandura. Tiempo después admitió que su concepto revolucionario tampoco contribuyó a cambiar la España de su tiempo, puesto que resultaba imposible estrenar allí sus obras. Sastre comienza con una etapa existencial (Escuadra hacia la muerte, La mordaza), continúa con otra de realismo crítico con afán de denuncia (El cubo de la basura, Muerte en el barrio), sigue con otra de "distanciamiento épico" (Asalto nocturno), en la que se evita crear un mundo imaginario sólido para que el público pueda centrarse en las ideas que exponen los personajes, y termina con otra de "tragedias complejas" (La taberna fantástica), que mezclan el absurdo, la caricatura, el expresionismo, el distanciamiento y el esperpento.

            A partir de los 60, mientras la tendencia social continúa desarrollándose, otro grupo de autores comienza a escribir obras de carácter experimental.

            Francisco Nieva divide su teatro en dos: el teatro furioso y el teatro de farsa y calamidad. El primero (La carroza de plomo candente) muestra una acción concentrada y tiene carácter coral. Según Nieva, sus características son cuatro: rapidez de acción, sorpresa, retórica burlona y énfasis satírico. En el segundo (Malditas sean Coronada y sus hijas) el argumento es más explícito y tiene un desarrollo más lineal.

            Fernando Arrabal busca un teatro alejado del realismo y próximo a las ideas surrealistas. Sus obras rompen con la lógica, buscan un lenguaje infantil y carecen en muchas ocasiones de argumento y de cualquier asomo de lógica. Quiere crear un teatro pánico: no porque cause terror, sino porque lo incluya todo (pan, en griego, significa todo). Busca la imaginación, la libertad creadora y la provocación, como vemos en Pic-nic y El cementerio de automóviles.

            Desde los años 60 comienzan a desarrollarse grupos de teatro independiente, que representan a autores extranjeros y españoles que no tienen cabida en el círculo comercial. Algunas componían sus propias obras, o retocaban las ajenas, en ocasiones con la colaboración de su propio autor. El acto de ensayar cobraba tanta importancia que, en ocasiones, servía para cambiar el texto. A la muerte de Franco (1975), existían más de cien. Algunas de ellas han aportado aire fresco al panorama dramático español: Tábano, Teatro Estudio de Madrid, Los Goliardos, Els Joglars, Els Comediants... Su escenografía solía ser muy sobria, bien por elección estética, bien por las precarias condiciones en las que desarrollaban su tarea.

            Tras la caída de la dictadura y la censura se preveía un despegue del teatro, pero no fue así. El teatro ha ido perdiendo espectadores, los autores contemporáneos apenas han encontrado lugar en los escenarios y se ha optado por la representación de clásicos. Puesto que los teatros tradicionales no dejan espacio para la novedad, los textos dramáticos que pretenden transmitir nuevas formas o fondos se han refugiado en las salas alternativas, a las que acuden casi en exclusiva intelectuales o personas vinculadas a estas compañías. Muchos textos no llegan nunca a publicarse, o lo hacen en revistas de escasa tirada. Algunas compañías han desarrollado espectáculos teatrales en los que el texto resultaba irrelevante o inexistente.

  

NOVELA ESPAÑOLA DE LA POSTGUERRA A 1975

 

            En 1936 se produce un levantamiento militar que no fue igualmente acogido por las diversas zonas del país. España quedó dividida entre quienes apoyaban la República y quienes luchaban contra ella. La zona republicana era incapaz de controlar la situación y el ejército franquista emprendió la ocupación del país. El ámbito cultural resultó muy afectado porque la mayoría de autores eran fieles a la República, sufrieron la censura y plasmaron la miseria de la época. Además, la Guerra Civil deja devastado y aislado al país en lo político, social y cultural.

            Tras la victoria del franquismo muchos escritores republicanos se exiliaron. Entre ellos, Max Aub, que se caracteriza por el compromiso ideológico y social de sus obras, y escribe El laberinto mágico. Ayala se caracteriza por su lenguaje original, que encontramos en Los usurpadores. La obra de Chacel está marcada por un carácter intelectual e intimista que se muestra en Barrio de Maravillas. Ramón J.Sender aborda la tragedia de la Guerra en obras como Réquiem por un campesino español.

            En los 40 se desarrolla una novela existencial que trata temas como la soledad, el malestar y la falta de sentido de la vida. Se caracteriza por el uso de la primera persona y la crudeza del lenguaje. Algunas obras representativas son Nada de Carmen Laforet, donde la familia de Andrea refleja metafóricamente las consecuencias de la guerra gracias a sus conflictos sociales, o La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes. El autor más representativo del periodo fue Cela, quien experimentó con diferentes técnicas narrativas y defendió la novela abierta. Con La familia de Pascual Duarte aparece el tremendismo. Esta obra se centra en el determinismo ejercido por las circunstancias sociales y familiares sobre un personaje individual, algo característico de la época. La influencia de la picaresca, del esperpento de Valle-Inclán, de los romances de ciego y del naturalismo es notable.

            Ya en los 50 Cela abrió el camino de la literatura social con La colmena, en la que, por medio de fragmentos breves, relata la vida de decenas de personajes que acaban configurando un protagonista colectivo. Esta novela de los años 50 se caracteriza por centrar su atención en la sociedad española, opta por personajes colectivos que narran su vida en cortos periodos de tiempo mediante abundantes diálogos y sin un final marcado. En la vertiente más objetiva, que aspira a reflejar la realidad como si la mostrara una cámara de cine, encontramos El Jarama de Sánchez Ferlosio, que cuenta la historia de unos jóvenes durante un día de excursión sin perderse en digresiones ni realizar juicio alguno. No menos importante resulta Miguel Delibes, cuyo estilo se caracteriza por la sobriedad, sencillez y riqueza del lenguaje. Sus obras más destacadas son El camino, precursora de la novela social, y Las ratas. Ambas se ambientan en paisajes rurales y se narran a través de la mirada de un niño. Además escribió Cinco horas con Mario, una de las novelas experimentales más relevantes de los 60. Delibes no pretende hacer la lectura difícil al lector, ni presumir de dotes técnicas, sino que aprovecha las nuevas formas de narrar para profundizar aún más en la historia, en la crítica social y en el carácter de los personajes. Carmen pasa cinco horas velando el cadáver de su marido, Mario. La obra es un largo soliloquio de la mujer, que, al reprocharle al marido sus supuestos defectos, en realidad realza su humanidad, su generosidad y su nobleza, y, sin quererlo, critica la sociedad opresiva, el catolicismo mentiroso y la hipocresía.

            La novela de los años 60 y 70 se caracteriza por tener una perspectiva que permite ofrecer diversas interpretaciones de la realidad. No hay ni una estructura ni una cronología  definida y emplean el monólogo interior. Se producen continuos cambios de voz y de perspectiva narrativa y se busca la complicidad de un lector activo. Martín Santos en Tiempo de silencio presenta un recorrido desolador por las clases más humildes y por las clases medias: el ambiente de miseria económica y moral, la falta de objetivos en la vida, la condena de las personas a una rutina embrutecedora... Martín Santos es capaz de mezclar todos los registros posibles del lenguaje: desde los tecnicismos médicos al habla marginal, y lo hace alcanzando con su agresiva ironía unos niveles de sarcasmo difíciles de igualar, salvo en figuras de la talla de Quevedo o Valle-Inclán. Tiempo de silencio introduce en nuestra novela, con el mayor acierto, todos los instrumentos narratológicos que ya habían triunfado en el extranjero y consigue, además, aplicarlos a una historia desgarradora, que conmueve al lector y aúna el componente social y el existencial. Cela presenta las dificultades de la tarea del escritor en Oficio de tinieblas 5. Juan Benet, en Volverás a Región, crea un espacio imaginario, reflejo de España. Con un estilo muy barroco, basado en frases larguísimas, detiene la acción para recrearse en la descripción del interior de los personajes, de sus motivos, de los paisajes que los rodean. A lo largo de esta década y de la siguiente encontramos obras de gran valor literario como La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza.

            Por último, a partir de la muerte de Franco la novela recibe gran variedad de influjos y no es posible encontrar elementos comunes de temática o estilo; por ello tienden a ser agrupadas por géneros: aventuras, histórica, negra, intimista, erótica...

  

 LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1975 A NUESTROS DÍAS

         La falta de perspectiva histórica, el fuerte desarrollo del género novelístico que, como en todo el mundo, se ha convertido en el más leído, la enorme variedad de la producción de este periodo, la negativa generalizada de la mayor parte de los escritores por ser clasificados en un grupo y la intrusión de elementos comerciales en el proceso de creación, selección por parte de los editores y distribución de las obras, hacen que resulte muy difícil clasificar la novela producida en España en las últimas décadas. La clasificación habitual parte de criterios temáticos. Es la que ofreceremos aquí, con algunos ejemplos de obras. A continuación nos detendremos brevemente en los escritores que consideramos más interesantes.

            Novela intimista y lírica. En ella es más relevante la vida interna de los personajes que la trama, aunque ésta cobre mucha más importancia que en la novela experimental. La ruina del cielo, de Luis Mateo Díez, La lluvia amarilla, de Julio Llamazares, Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías o Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite.

            Novela que continúa la línea experimental, pero no renuncia a la presentación de argumentos sólidos. La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza o Tantos inocentes, de Raúl Guerra Garrido. También encontramos una línea vanguardista en la que el argumento se diluye, como en Poundemonium, de Julián Ríos.

            Novela de fuerte carga intelectual, en la que prima la intertextualidad (el texto recibe muchas influencias literarias externas que quiere reflejar a propósito) y las referencias culturales.  El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas o La tempestad, de Juan Manuel de Prada.

            Metanovela. Es una novela que intenta penetrar en los secretos del novelista y mostrar cómo éste realiza su obra. Juan José Millás, en Papel mojado, o José María Merino en La orilla oscura.

            Novela histórica, como El hereje, de Miguel Delibes, En busca del unicornio, de Juan Eslava Galán o El maestro de esgrima, de Arturo Pérez-Reverte. Se considera que el autor debe documentarse escrupulosamente y que el mérito de la novela residirá en conseguir el equilibrio entre información histórica y calidad literaria. Uno de los temas más repetidos es la Guerra Civil y la posguerra, puesto que las heridas que generó y produjo el conflicto todavía no han sanado. Citemos, en esta línea La voz dormida, de Dulce Chacón, La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina, El nombre que ahora digo, de Antonio Soler, El Baño de la Cava, de Alfonso Ruiz de Aguirre o El corazón helado, de Almudena Grandes. También aparecen reflejadas la Edad Media y la Guerra de la Independencia (1808-1814).

            Novela de tintes cervantinos, que aborda temas de alcance universal desde una profunda empatía hacia el ser humano y el afán que le lleva a emprender hazañas imposibles. Luis Landero con Juegos de la edad tardía y El mágico aprendiz. En ella se funde la realidad cotidiana con la fantasía y la imaginación.

            Novela de aventuras, generalmente aderezada con elementos de novela negra y de intriga e histórica. Arturo Pérez-Reverte con La tabla de Flandes o El club Dumas, o Alberto Vázquez Figueroa con Tuareg.

            Novela negra. En ella no se presenta sólo la resolución de un caso criminal, sino que la narración persigue realizar un retrato profundo de las taras sociales. Vázquez Montalbán, con toda su saga del detective Carvalho (Tatuaje, Los mares del Sur, Asesinato en el Comité Central...), Lorenzo Silva, con sus detectives Bevilacqua y Chamorro (El lejano país de los estanques, El alquimista impaciente, La marca del meridiano...) o Alicia Giménez Barlett, creadora de Petra Delicado y Fermín Garzón (Ritos de muerte, Día de perros, Mensajeros de la oscuridad...).

            En los años 90 apareció un grupo de autores jóvenes, nacidos apenas dos décadas antes, que escribían realismo sucio y que fueron etiquetados como generación x. Mostraban una juventud, generalmente de clases medias y altas, sin ningún problema material, pero falta de valores, que ha renunciado a buscarle un sentido a la existencia. Sus vidas transcurren entre las drogas y el sexo. José Ángel Mañas con Historias del Kronen, Pedro Maestre con Matando dinosaurios con tirachinas o Lucía Etxebarria con Amor, curiosidad, prozac y dudas o Beatriz y los cuerpos celestes. Varios de ellos ganaron o quedaron finalistas del premio Nadal, el mismo que había descubierto, en sus primeras ediciones, a escritores de la talla de Delibes o Laforet.

            La novela erótica conoció una breve etapa de esplendor. Buen ejemplo es Las edades de Lulú, de Almudena Grandes. También encontramos obras de contenido LGBT en Esther Tusquets y Eduardo Mendicutti.

            La literatura fantástica, antes poco habitual en España, conoce un cierto auge. Ana María Matute escribe Olvidado rey Gudú. Por otra parte, el auge de la novela infantil y juvenil da pie a que el género fantástico se desarrolle más. En esta línea tenemos a Laura Gallego con su trilogía Memorias de Idhún. También encontramos novela juvenil de ambiente realista, cuyos protagonistas son adolescentes: Como la piel del caimán, de Ricardo Gómez Gil, Los ojos del lobo, de Care Santos o Zara y el librero de Bagdad, de Fernando Marías.

            Sabemos que cualquier lista de novelistas actuales que ofrezcamos será incompleta e injusta pero, aun así, para orientar a los lectores, vamos a aventurarnos a ofrecer el perfil de los narradores españoles que consideramos más interesantes.

            Eduardo Mendoza (1943) presenta en La verdad sobre el caso Savolta (1975) una novela extraordinaria que, aprovechando los recursos de vanguardia, brinda una magnífica historia que presenta los movimientos anarquistas catalanes de principios del siglo XX sin renunciar a elementos del género negro. El misterio de la cripta embrujada es una divertida parodia de la novela negra, con un lenguaje que presenta enormes contrastes entre habla culta y situaciones vulgares para conseguir un particular sentido del humor. La ciudad de los prodigios cuenta el ascenso en el mundo de la delincuencia de un emigrante en la Barcelona que se desarrolla entre sus dos Exposiciones Universales (1888-1929).

            Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), aparte de un buen poeta, ensayista y cuentista, es el novelista que consiguió darle empaque literario al género negro, con su detective Carvalho.

            Luis Mateo Díez (1942) se trata de uno de los escritores con mejor dominio de nuestra lengua. Su retrato de la vida provinciana (Las estaciones provinciales) no es ajeno al humor ni al lirismo.

            Luis Landero (1948) describe en Juegos de la edad tardía y El mágico aprendiz la tragicomedia de los sueños incumplidos de los perdedores. No es que Landero se identifique con el perdedor: bucea en su alma hasta presentárnoslo con los ojos amables y cariñosos del Dios que lo creó así, débil, incompleto, imperfecto, pero maravilloso; el Dios que lo acepta tal y como es, que siente su insignificancia como el mayor de sus tesoros. Por eso en sus obras la audacia menuda y la solidaridad sincera suelen obrar verdaderos milagros. Y cuando el milagro se les escapa a los personajes entre los dedos, no importa: no queda el rencor, ni la tragedia, sino la vaga melancolía de haber tocado la perfección y de haberla visto escapar, para conservar en el recuerdo apenas su perfume.

            Javier Marías (1951) ha alcanzado un enorme reconocimiento internacional. Su obra aúna el descubrimiento de la intimidad, el culturalismo, el gusto por contar historias y la presentación de unos personajes de gran vida interior. Escribió Todas las almas y Corazón tan blanco.

            Julio Llamazares (1955), autor de Luna de lobos, es capaz de trasladar a la novela la profundidad de sentimientos de su poesía. Presenta el lamento por la pérdida del mundo rural y aborda asuntos como el paso del tiempo, la destrucción de lo amado, la muerte...

            Lorenzo Silva nos presenta en muchas de sus obras el fracaso de la persona que ha llegado al éxito económico pero se siente vacío (La flaqueza del bolchevique). Su éxito entre los lectores se debe a sus novelas negras, protagonizadas por dos guardias civiles. Resultan de gran interés El nombre de los nuestros, ambientada en la Guerra de Marruecos o La sustancia interior, de clara influencia kafkiana.

            Almudena Grandes (1960) es heredera del espíritu de la famosa movida madrileña, un movimiento cultural que pretendía la liberación de las artes y que se desarrolló fundamentalmente durante los años 80. Combina un modelo realista tradicional y unos personajes de gran profundidad psicológica. Es autora de Atlas de geografía humana y Los aires difíciles.

            Antonio Muñoz Molina (1955), es capaz de unir unos argumentos muy sólidamente estructurados, unas tramas muy complejas y unos personajes convincentes. Suele narrar varias historias paralelas, emplea frases largas aunque no demasiado complejas y le gusta jugar con distintas perspectivas. Es autor de Beatus Ille, El jinete polaco y Plenilunio.

             Arturo Pérez Reverte (1951) constituirá por mucho tiempo materia de discusión. Para muchos su gusto por el folletín y su éxito de público demuestran su escasa calidad literaria. Tal crítica carece de una base sólida. Es autor de una serie de novelas sobre el capitán Alatriste, un soldado (lo de capitán es un apodo) de los Tercios del siglo XVII que se ve obligado a malvivir en el imperio español, glorioso y miserable a la vez. Son también dignas de mención La carta esférica o La reina del Sur.

 

La narrativa hispanoamericana posterior al boom.

             El siglo XX comienza en la novela hispanoamericana con una novela costumbrista heredada del siglo XIX. A partir de los años 40 comienzan los primeros intentos de renovación de la estética de la novela explorando lo específicamente americano y al mismo tiempo dejándose influir por los movimientos europeos de vanguardia, especialmente el surrealismo. El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría, en donde se muestra la peculiar psicología del indio expulsado de su tierra y de su civilización, puede considerarse la primera novela renovadora hispanoamericana. Durante este período aparecen por primera vez temas urbanos y existenciales, aunque siguen perviviendo los viejos temas de la novela indigenista, un género nacido en el siglo XIX, que centra su atención en presentar las condiciones deplorables en que viven los indígenas, en mostrar los abusos e injusticias que se cometen con ellos y en enseñar la política de abandono y la desintegración cultural que han sufrido a través de la historia. Pero sobre todo aparece la tendencia de unir la realidad a la imaginación, a través de mitos, de leyendas, de la magia, de la poesía dando lugar a lo que se ha llamado el realismo mágico.

Más tarde, ya a finales de los años 50 aparece lo que, con una expresión un tanto periodística, se llamó el boom de la novela hispanoamericana, que supuso la difusión en España y en el resto del mundo de un importante grupo de escritores hispanoamericanos, de diversas edades y procedentes de diferentes países. Continúan con los temas de la generación anterior, y consolidan la integración de lo fantástico y lo real. La estructura narrativa de estas novelas no es lineal, por lo que se requiere un gran esfuerzo por parte del lector para restablecer el hilo temporal, se utilizan técnicas de contrapunto, se combinan diferentes personas narrativas y distintos puntos de vista y es muy frecuente el uso del monólogo interior. Con pocas excepciones hay que señalar que todas las innovaciones técnicas están puestas al servicio de una literatura muy comprometida con la realidad de unos países sometidos a violentos y traumáticos procesos históricos.

Del guatemalteco Miguel Ángel Asturias son famosas las Leyendas de Guatemala, basadas en fantasías sobre el mundo maya y sobre todo la novela que le llevaría al premio Nóbel y que inaugura, en Hispanoamérica, las novelas de dictadores, El señor Presidente. El lenguaje barroco y musical le sirve para narrar los horrores de las dictaduras. Otras novelas de este tipo son Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos y El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez.

Al cubano Alejo Carpentier le interesa un tipo de novela en la que mezcla acontecimientos históricos con un cuidado lenguaje barroco y musical. Importantes novelas suyas son Los pasos perdidos o El Siglo de las Luces.

Jorge Luis Borges, argentino, es uno de los escritores más importantes e influyentes del siglo XX. Sus relatos cortos recogidos en libros como El Aleph, Historia Universal de la Infamia, o Ficciones presentan al mundo como un laberinto entre lo real y lo irreal, con límites siempre borrosos. Su impecable estilo se caracteriza por la precisión en la elección de léxico, el deleite en las paradojas, la ironía constante y las insólitas asociaciones de palabras.

Juan Rulfo en los relatos de El llano en llamas presenta la miseria espantosa y la violencia del mundo rural mexicano, con técnicas narrativas muy innovadoras que utiliza también en su gran novela Pedro Páramo, evocación fantasmagórica de los temas obsesivos de Rulfo: el mundo rural, la violencia, la familia y sus tensiones, la miseria del campesinado, la guerra civil, y sobre todo el caciquismo que domina absolutamente la vida rural.

Lo más característico de los relatos cortos, recogidos en colecciones como Bestiario, del argentino Julio Cortázar es cómo el elemento fantástico surge con absoluta naturalidad mezclándose con la vida cotidiana. Es uno de los escritores hispanoamericanos más influidos por el experimentalismo como se ve en Rayuela, su gran novela, una obra compleja que propone al lector varios modos diferentes de seguir la lectura; en ella se incluyen textos no novelescos, que van desde el ensayo hasta la crónica de sucesos. Una serie de personajes desarraigados buscan su identidad en lugares diferentes como París y en Buenos Aires y van representando a lo largo de la novela diferentes realidades y formas distintas de entender la vida.

Gabriel García Márquez es el más conocido de los autores hispanoamericanos, especialmente desde que le fue concedido el Premio Nóbel. Desde las primeras novelas,  como El coronel no tiene quien le escriba., busca la unión de lo real y lo fantástico, y crea un mundo imaginario muy personal, Macondo, en donde transcurre también su obra maestra, Cien años de soledad. La obra es a la vez una síntesis de la historia de Macondo, íntimamente unida a la familia de los Buendía, que representa metafóricamente la historia de Colombia, de América Latina, y de la Humanidad en general.

Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz reconstruye el violento mundo rural mexicano. El peruano Mario Vargas Llosa en La Guerra del fin del mundo hace una recreación de las guerras internas latinoamericanas. El argentino Ernesto Sábato ha cultivado un tipo de novela en la que se interpolan largas reflexiones a la manera de verdaderos ensayos: Sobre héroes y tumbas es una visión apocalíptica de nuestro propio mundo, entregado a la violencia y a la destrucción.

 La narrativa y la poesía hispanoamericana contemporánea ha devuelto a la literatura escrita en español un lugar privilegiado en las letras universales.

 

La familia de Pascual Duarte

 

 

La familia de Pascual Duarte se publica en los primeros años de la posguerra (1942) y de inmediato se convierte en un referente literario para los escritores y los lectores de la época.

Pascual es un campesino extremeño que ha nacido en la miseria. Desde la cárcel, condenado a muerte, relata sus trágicas experiencias vitales. El libro se recrea en la violencia, en la miseria intelectual y moral, en las escenas más crueles. Pascual afirma que hay hombres a los que el destino pone la vida fácil y otros, como él, a los que arrastra a la desgracia sin que nada puedan hacer por evitarlo. Los detalles de su vida son tremendos: su padre es un hombre violento y su madre, alcoholizada, es incapaz de manifestar ningún sentimiento de cariño; Pascual dispara a su perra de caza sin razón alguna (siente que le ha mirado mal); a su hermano menor, que sufre un retraso mental, unos cerdos le comen las orejas y el amante de su madre le patea las heridas porque el niño le ha mordido; sus dos hijos mueren, uno antes de nacer y el otro a los once meses; apuñala a un hombre y mata a otro... La lista de calamidades sería interminable, pero, con mucho, la escena más terrible es aquélla en la que degüella a su madre, después de que ella le arranque de cuaja el pezón izquierdo de un mordisco. Todas estas desdichas sirven para mostrarnos que Pascual está predestinado socialmente (y tal vez también ontológicamente) a la miseria material y moral. Como en la literatura existencial, Pascual es el infierno y las personas que lo rodean, también. La vida no tiene sentido, el hombre es malo por naturaleza y no existe más horizonte vital que la muerte.

La familia de Pascual Duarte está fuertemente influida por la novela picaresca. Al igual que en El Lazarillo, su protagonista narra en primera persona a un narratario el cúmulo de desgracias que lo han condenado, a Pascual a la pena de muerte, a Lázaro a ser cornudo consentido en una época en la que la honra lo es todo para un hombre. El esperpento de Valle-Inclán se muestra en la pintura expresionista de los caracteres de los protagonistas y en el trazo grueso con que se pintan las escenas más truculentas, que nos traen a la memoria los romances de ciego. La influencia naturalista se manifiesta en el materialismo y el determinismo social, y en la presencia de unos personajes que han sido llevados al extremo por su autor.

Con La familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela inaugura la corriente de las novelas tremendistas y abre uno de los caminos de la novela existencial. Cela se jactaba de ser el mejor escritor español desde el 98. Arrogancia aparte, novelas como esta o como La Colmena nos muestran el talento literario que lo hizo merecedor del premio Nobel en 1989.