Isabel no se rinde
Isabel no se rinde no es una novela, aunque esté escrita con la maestría y la técnica de quien ha publicado numerosas obras de ficción . Isabel no se rinde no es un relato autobiográfico nacido del oportunismo que busca conmover con recursos fáciles ni enriquecer al autor a costa de la sensiblería de un público demasiado adicto a los culebrones, sobre todo a los ajenos. Isabel no se rinde es un texto inclasificable, emocionante, en el sentido más intenso de esa palabra. Es un texto nacido del dolor, pero también de la dicha y, sobre todo, de la libertad absoluta de quien no tiene nada que perder.
Entre la evocación íntima y la más abierta denuncia, Isabel no se rinde nos muestra la lucha y el coraje de una niña y también de sus padres por conquistar el más elemental de los derechos: el derecho a una vida digna. Alfonso Ruiz de Aguirre nos ofrece en este libro, con todo lujo de detalles, el recorrido que realiza su hija Isabel, una niña prematura nacida de un parto gemelar y desahuciada por los médicos casi desde su primer instante de vida. Un recorrido que acaba, como el de todos nosotros, en la muerte. Isabel vivió tres años y medio: una muerte prematura para una niña prematura. Tres años y medio en los que tuvo que convivir con tubos y catéteres, con botellas de oxígeno y con quirófanos, con médicos y pruebas, con una operación seguida de otra y luego de otra y luego de otra. Pero también, durante estos tres años, Isabel conoció la alegría, el cariño, la ternura, la dedicación de unos padres incondicionales que, como ella, jamás se rindieron. Mucho más de lo que han conocido muchas personas que han llegado sin dificultades a una vida longeva.
Alfonso Ruiz de Aguirre nos guía pues, por un recorrido a través de las emociones más intensas y a un no menos descorazonador periplo por el laberinto de la burocracia y la ineptitud. Durante tres años y medio, Isabel luchó por su vida, mientras sus padres lo hacían con un sistema paralizador, inhumano a veces, que les mostraba día a día los más variados rostros de la incompetencia.
Pero entre la incompetencia, la falta de sensibilidad o, sencillamente, el hastío de muchos funcionarios, existen otras personas con nombre y apellidos a los que el autor desea rendir homenaje, expresándoles su gratitud y admiración.
Isabel no se rinde es un libro que critica pero también valora. Un libro que nos hace pensar. Que nos hace, sobre todo, sentir. Que nos hace plantearnos, al enfrentarnos a un caso tan enternecedor como el de Isabel, en qué clase de sociedad vivimos, qué clase de personas nos rodean, qué facilidades da nuestra supuesta “sociedad del bienestar” a quienes presentan dificultades (e Isabel tenía muchas) para sobrellevar la vida cotidiana con un mínimo de garantías y dignidad. Me gustan la claridad y la rotundidad con las que Alfonso Ruiz de Aguirre llama a las cosas por su nombre y nos invita, como digo, a la reflexión. Me emociona ver cómo, en medio de la pesadumbre, Alfonso Ruiz de Aguirre no se deja llevar por el rencor y es capaz de vislumbrar la valía de los profesionales (y son muchos los que, como digo, con nombre y apellidos se dan cita en este libro) que desarrollan su actividad y muchas veces no gracias a, sino a pesar de la institución en la que lo hacen.
A pesar de la crudeza de lo relatado en el libro, Isabel no se rinde no está presidido ni por el pesimismo ni por la rabia ni por el deseo de vengarse de una sociedad a todas luces insensible. Todo lo contrario. Isabel no se rinde es uno de los libros más optimistas que he leído nunca. Un canto a la vida, al amor, al disfrute cotidiano del instante, sin más miramientos ni exigencias. Nada de discursos autocomplacientes, ni lacrimógenos, ni autocompasivos. Sólo sinceridad, claridad y coraje. Mucho coraje.
Alfonso Ruiz de Aguirre es, además, filólogo y escritor. Isabel no se rinde está escrito a la sombra del nebuloso recuerdo de otra Isabel, la supuesta y legendaria amada muerta de Garcilaso de la Vega. Cada uno de los capítulos del libro va precedido de un fragmento de una égloga del exquisito poeta renacentista, concretamente la Primera y la Tercera. Isabel la niña es ahora Isabel la ninfa, transmutada en leyenda a través del poder evocador de la palabra poética. Como Garcilaso, como muchos poetas, Alfonso Ruiz de Aguirre elige la mejor herramienta para inmortalizar a su hija: la palabra.
Tras el accidentado relato de la vida y, sobre todo, de la muerte de Isabel, Alfonso Ruiz de Aguirre nos regala un último capítulo que nos devuelve la alegría. Un último capítulo en el que comprobamos que, en medio de la enfermedad, Isabel consiguió desarrollar una existencia llena de momentos agradables. Un último capítulo en el que ya no vemos a la niña entubada, adormecida por las medicinas o en síndrome de abstinencia por su eliminación, respirando a través de una traqueotomía o comiendo a través de un tubo instalado en su estómago, imágenes todas que, al tiempo que nos acongojan, nos hacen plantearnos la eterna pregunta: “¿vale la pena vivir así?”. Este último capítulo responde afirmativamente a la pregunta. Porque Isabel fue también una niña que jugó, que se bañó en el mar, que se deslizó temerariamente por toboganes, que disfrutó de los dibujos animados y, sobre todo, que rió. Alfonso Ruiz de Aguirre nos enseña a su hija siempre riendo, siempre feliz, siempre contenta. La alegría de algo tan sencillo como vivir, querer y ser querido.
Isabel no se rinde es, por todo ello, un libro emocionante, bien escrito, delicado a veces y agresivo otras. Desesperado a ratos y optimista muchos más. Un libro agridulce. Un libro que, como apuntaba al principio, está lejos del oportunismo y del culebrón. Publicado en Ediciones Acumán, no busca enriquecer a unos padres a costa del sufrimiento de su hija, sino que está destinado a un proyecto solidario, en este caso concreto en Paraguay, a Médicos del Mundo y a la Fundación. Vanessa, dedicada a los niños con enfermedades crónicas.
Desde estas líneas, quiero manifestar mi admiración, no mi compasión, hacia un padre cariñoso, un escritor exquisito y un ciudadano combativo y valiente. Con este libro, Alfonso Ruiz de Aguirre ha conseguido, desde luego, eternizar a Isabel, a la que empezamos a querer desde la primera línea del libro. Ha conseguido que, una vez más, recordemos que estamos muy lejos de vivir en el mejor de los mundos posibles. Y lo que es mejor, lo ha hecho en el tono justo: entre la denuncia y la alegría. Dando la mejor lección que puede dársenos, que es la de no querer aleccionar a nadie. Sólo mostrar. Y que sea el lector quien saque sus conclusiones y dé rienda suelta a sus emociones, si es que aún las conserva en medio del escepticismo que, por desgracia, nos rodea en esta sociedad cuyo bienestar, al menos para algunos, sigue siendo un espejismo.
Isabel Castells, profesora de Literatura de la Universidad de Tenerife, La Opinión de Tenerife, 2005
Aquesta no serà una ressenya objectiva. Primer, perquè no n’hi ha, de ressenyes objectives. Segon, perquè el talent narratiu de Ruiz de Aguirre podria aconseguir que llegíssim el manual d’una rentadora, si ell el redactés. Tercer, perquè Ruiz de Aguirre m’ha prologat un llibre. De manera que seré declaradament parcial i partidari de l’autor i d’allò que ha escrit aquesta vegada.
Alfonso Ruiz de Aguirre ha escrit a Isabel no se rinde una declaració d’amor a la seva filla morta als tres anys i mig després de nombroses intervencions. La nena, fruit d’una bessonada, era allò que els metges anomenen una gran prematura, és a dir, un nadó que pesava en néixer menys d’un quilo i mig i que va romandre a la UCI prop de cinc mesos.
Isabel no se rinde és un cant d’amor que assumeix la rotunda afirmació de Claudio Rodríguez en el vers: “La más honda verdad es la alegría”. Perquè davant les dificultats hi ha qui troba la coartada per enfonsar-se i cercar només el consol dels altres. En canvi, hi ha qui és capaç d’assumir la lliçó vital que el repte implica i emprendre amb coratge el camí de la superació. El narrador, però, no es considera a sí mateix un tità: no es vanta de ser un home excepcional, sinó que ens explica que la situació l’empenyia a superar-se. El contacte físic amb la sang i els mocs que implicaven unes cures mèdiques excepcionals, derivades d’una traqueotomia, no eren sinó ocasió de tenir amb la filla una proximitat joiosa.
El gruix de l’obra és una mirada a la realitat d’Isabel i la de la seva família. Però adonar-se de la situació de la nena porta a prendre consciència de les dificultats que es troben d’altres en situacions semblant. Això farà que el llibre, a banda de les peripècies mèdiques, estigui ple invectives contra la burocràcia, una burocràcia que ordeix una espessa xarxa de maniobres de distracció per espolsar-se les responsabilitats de les negligències, en el cas que ens ocupa, en l’atenció d’una nena disminuïda.
Quant al to, el llibre és incòmode, tendre, malparlat. Incòmode perquè reivindica la visibilitat d’aquelles persones que la societat segrega. Tendre perquè, com s’arriba a dir a l’última pàgina, viure intensament situacions complicades fa prendre consciència de la pròpia insignificança davant els altres: “Yo vivía muerto y tú me enseñaste a vivir vivo”. Malparlat també ho és a voltes, en la línia del seu admirat Pérez-Reverte. Perquè, ¿quina cara hem de posar quan ens diuen que no hi ha ningú que ens pugui atendre i sabem que rere un vidre opac hi ha la persona que ens pot solucionar un problema? Com hem de reaccionar quan ens adonem del negoci de la solidaritat que fa la misteriosa Obra Social de Caja M, que es nega a escolaritzar la nostra filla simplement perquè escullen a dit els beneficiaris de la seva munificència? No hi trobarà el lector interessat l’esteticisme de Mortal i rosa, de Francisco Umbral. És un llibre escrit a raig, en dos mesos, tot i que corregit i autocensurat (com es nota que s’ha hagut de mossegar la llengua!). Però a manca d’elaboració formal, el que hi ha és un testimoni descarnat d’amor cap a una criatura pròpia i una revisió dels tòpics
Atès que les editorials més importants no el van voler publicar, tot i que Ruiz de Aguirre ha guanyat premis de novel·la com el Felipe Trigo i ha estat finalista de l’Ateneo de Sevilla, Isabel no se rinde l’ha publicat la modesta editorial Acumán. Els beneficis íntegres del llibre (recalquem íntegres perquè Alfonso és una persona íntegra) aniran a parar a la Fundación Vanesa, que ajuda malalts crònics.
Aquest llibre no l’han de comprar només perquè l’hagi escrit un amic meu o perquè contribueixin amb un granet de sorra a la integració dels discapacitats. El seu més gran valor rau en la força amb què Ruiz de Aguirre ens ha transmès una gran veritat de la paternitat: els fills ens ensenyen a nosaltres. Una lliçó d’amor. Una lliçó de vida.
Andreu González Castro, L’Informador de Martorell, novembre de 2005